SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Ecuanimidad


Desapego es soltar lo viejo sin que lo nuevo haya llegado aún.
Nisargadatta

Nos encontramos en crisis cuando sentimos caducados nuestros modelos mentales y todavía no tenemos claro cómo serán los nuevos. El programa de pensamiento que hace años resolvió nuestra vida y que, incluso, fue bienvenido en su instalación y puesta en marcha, también tiene su momento de caducidad y decadencia. Cuando un modelo de vida llega a su declive, comenzamos a experimentar un “vivir de manera plana”, sin el chispazo de creatividad y sin ese sentir de que todo encaja. Atravesar este espacio de tránsito entre el final de lo viejo y el comienzo de lo nuevo, es tarea delicada. Son momentos de confusión que, a menudo, remueven emociones dolorosas, antiguas y tapadas. Y sucede que ante la muerte del viejo programa y la emergencia de lo nuevo, lo que realmente alumbra el túnel de acceso, es poner conciencia y respirar el dolor almacenado de las viejas sombras que enturbian nuestra calma.

En tales momentos, soltar es una idea clave. Dejar partir y caminar muy atentos por el filo de la navaja. Son tiempos en los que el cada día tan sólo da oxígeno para el momento inmediato y para resolver las pequeñas cosas. Sucede que tan sólo el hecho de darse cuenta de lo que pasa, ofrece claves para acelerar agonías y levantar la cortina de unas pupilas que todavía tenemos medio cerradas. Son tiempos de avanzar casi a oscuras, atentos a cada paso que, por pequeño que sea, disuelve ansiedades y pincha memorias virtuales y pasadas.

La libertad, tal vez, no está en romper relaciones con ésta o aquélla persona que nos incomoda. La libertad comienza por soltar dentro de uno mismo, y más tarde, cuando logramos que la conducta de dicha persona no nos afecte, todo cambia, ella sola se retira, se muere o simplemente la trasladan a otra tierra. La naturaleza es sabia y cuando toca renovar las hojas del otoño, soplan suaves brisas que las separan de las ramas. La vida entonces se renueva y la mirada se ensancha. Para desapegar los hilos dependientes que un día hemos tejido con otras personas y convertirlos en relación independiente y sana, pasaremos por soltar dependencias y fluir por al abismo del presente, atestiguando lo que pasa.

La libertad comienza por observar a la mente que piensa, experimentando que el veedor no es lo visto y que la identidad Real del sí mismo no es la mente que piensa, sino más bien la consciencia-testigo que la observa. Recuerde que el ojo no se ve a sí mismo, y si el yo es capaz de darse cuenta del pensamiento, es que el pensamiento no es el yo, sino del yo, de la misma forma que lo pueda ser “mi” chaqueta. Para despegarnos de la mente egoica, primero hay que abrir ese Ojo que ve el propio discurrir de las ideas y atestiguar el proceso que éstas siguen cuando brotan y se asocian.

Como dijo el sabio: Ábranse a lo nuevo, amigos, y detengan las suposiciones que, en realidad, no son más que proyecciones de memorias pasadas. Tal vez nos aguardan experiencias que creíamos deseables pero todavía imposibles, vivencias que para llegar, tan sólo requieren que ustedes se suelten y se abran. Permitan entrar al destino que, cada día, co-creamos con nuestros pensamientos e intuiciones abiertas. Déjense abrazar por La Presencia, y hoy, en algún minuto de la jornada, levanten el corazón al cielo y respiren confianza.


En realidad, lo viejo se desprende mientras lo nuevo avanza. La eternidad aguarda para hacernos libres del tiempo, para recobrar la Unidad perdida y observar la sonrisa del alma.

                                                                     Inteligencia del Alma- José María Doria


jueves, 31 de octubre de 2013

El virus de la víctima


La adicción al sufrimiento

  Jugar el papel de víctima es parte de un modelo cultural muy viejo, tan antiguo como nuestra civilización. Encontramos este patrón en toda la historia de la humanidad.
  En la actualidad, está en los libros que leemos, en la TV que miramos, en las noticias de los periódicos, en las religiones, en la política nacional, en las relaciones diplomáticas internacionales, en las escuelas, en las relaciones de pareja, en la familia, en las amistades, etcétera.
  Estamos tan acostumbrados a ese papel, que se ha vuelto adictivo. En verdad, es una adicción socialmente aceptada que crea muchísima miseria física, mental y emocional. Ser víctima es un juego cultural que se ha cobrado y sigue cobrándose muchas bajas entre nosotros.

  Una persona que juega el papel de víctima es alguien que sufre por diferentes razones y variadas causas. Puede ser que sufra por necesidades básicas no satisfechas, molestias físicas, enfermedades, falta de energía, cansancio, impotencia, desesperanza, indiferencia, falta de reconocimiento, confusión, traición, abuso físico, emocional o sexual, manipulación, explotación, opresión, abandono, persecución, entre otras cosas.

  La resonancia que se activa cuando nos sentimos víctimas genera en nosotros pensamientos y comportamientos inconscientes, y sin darnos cuenta nos encontramos, interior o exteriormente, quejándonos, culpándonos a nosotros mismos o a los demás, o a la vida, o a Dios. Ese estado de queja crónico genera contracciones internas que impiden que energías esenciales fluyan como debieran y drenan nuestra fuerza vital. Esto nos debilita enormemente.

  Según la ley de atracción y sus principios, cuando emitimos la resonancia de “la víctima”, atraemos situaciones y personas que nos van a hacer sufrir. Por otro lado, no nos es posible extraerle “el jugo” a la experiencia que estamos viviendo y nos vamos a ver repitiéndola infinidad de veces y de diferentes maneras.
  El “virus” de la víctima nos hace percibirnos a nosotros mismos como un ente separado del todo, que tiene que estar constantemente defendiéndose o atacando.

  Este “virus” también crea una resonancia de miedo crónico y da lugar a un círculo vicioso:
Cuanto más miedo siento, más separación experimento; o cuanta más separación siento, más solo estoy;
cuanto más solo me siento, más me tengo que proteger de lo que me puedan hacer o de lo que me pueda pasar;
cuanto más me tengo que proteger y defender, más encuentro la culpa en el otro;
cuanto más acuso y culpo al otro, más separado me siento;
cuanto más separado me siento, más miedo siento.
Y se cierra así este círculo vicioso, al volverse a la causa-raíz del sufrimiento humano.

Cómo detectar si estás jugando el rol de víctima

Cuando jugamos el papel de víctima:
  • Reaccionamos a todo inconscientemente.
  • Nuestra mente crea constantes situaciones de ansiedad o preocupación.
  • Pensamos, interpretamos y analizamos (interna o externamente).
  • Negamos lo que sentimos (“No hay problema”, “Está todo bien”).
  • Suprimimos nuestras emociones (creando rigidez, contracturas, tensiones o enfermedades).
  • Somos adictos al “drama” y a las situaciones o personas que lo crean.
  • Usamos mucho las expresiones “debería” o “no debería”.
  • Nos quejamos acerca de nosotros mismos o de los demás.
  • Juzgamos, criticamos, acusamos y culpamos a quien sea (interior o exteriormente).
  • Repetimos una y otra vez, en nuestra mente, situaciones pasadas.
  • Nos es difícil perdonar. Guardamos resentimientos muy viejos.
  • Nos queremos vengar y “cobrar lo que nos deben”.
  • Recurrimos a nuestro doloroso pasado para actuar o tomar decisiones en el presente.
  • Tememos el futuro por lo que nos pueda traer.
  • Ensayamos lo que vamos a decir o hacer, una y otra vez.
  • No nos damos cuenta de que hay un momento presente. Lo ignoramos absolutamente.
Ahora escribe con cuál o cuáles de estos rasgos te sientes más identificado:
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El antídoto para este virus es:

El modelo de autorresponsabilidad
  El modelo de autorresponsabilidad es opuesto al papel de la víctima, implica honrar la vida y está conectado con el cuerpo de luz (tu esencia).
¿Cómo se logra?

Reconociendo:
“Estoy asustado”, “Estoy enojado”, “Estoy triste”, “Estoy excitado”, “Estoy entusiasmado”, “Me siento atraído por...”.

Localizando:
Notando en qué parte del cuerpo está exactamente esa sensación.

Permitiendo:
Moviendo, sacudiendo, estirando, haciendo sonidos…

Intensificando:
Amplificando al máximo lo que siento.

Respirando.

                                                                              Luis Diaz
                                                                  La memoria de las células 


martes, 10 de septiembre de 2013

ALGUNAS RAZONES DEL DESENCUENTRO EN LA PAREJA


  

  • FUNCIONAMIENTO DE LOS HEMISFERIOS CEREBRALES
  Saber sobre los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro ayudará a entender y aceptar que desde diversos aspectos, algunos meros determinantes biológicos, SOMOS diferentes.

  Es sabido que la mayoría de las mujeres tienen preponderancia a la mirada holística y los hombres a la mirada focalizada.

  La mirada masculina tiene que ver con la actitud de dividir, analizar, focalizar, cambiar, en fin, con lo activo, que los neurobiólogos suelen identificar con la función del hemicerebro izquierdo (el dominante). 

  La mirada femenina, en cambio, tiene más que ver con la conciencia de unidad, la capacidad receptiva, de espera, con la predisposición para entablar relaciones, soñar y crear (funciones aparentemente de jerarquía para el hemicerebro derecho).

  En La Enfermedad como Camino, refiriéndose al cerebro, Dethlefsen y Dahlke dicen: “Uno y otro hemisferio se diferencian claramente por sus funciones, su capacidad y sus respectivas responsabilidades."

  El hemisferio izquierdo podría denominarse el hemisferio verbal, pues es el encargado de la lógica y la estructura del lenguaje, de la lectura y la escritura; descifra analítica y racionalmente todos los estímulos de esta área, es decir que piensa en forma digital. 

  El hemisferio izquierdo es también el encargado del cálculo y la numeración. La noción del tiempo se alberga asimismo en el hemisferio izquierdo.

  En el hemisferio derecho encontramos todas las facultades opuestas: en lugar de capacidad analítica, la visión de conjunto de ideas, funciones y estructuras complejas.

  Esta mitad cerebral permite concebir un todo partiendo de una pequeña parte. Al parecer, debemos también al hemisferio cerebral derecho la facultad de concepciones y estructuraciones de elementos lógicos que no existen en la realidad. Aquí reside también el pensamiento analógico y el arte para utilizar los símbolos. El hemisferio derecho genera también las fantasías y los sueños de la imaginación y desconoce la noción del tiempo que posee el hemisferio izquierdo.”

  Creo que es evidente que en las mujeres parece predominar el hemisferio derecho y en los hombres el izquierdo.

Norberto Levy dice:

“Así como existe una relación de pareja con otro ser humano, existe una relación de pareja interior entre los aspectos femeninos y masculinos de la propia individualidad”.

  Todos estamos constituidos como polaridades. Tenemos aspectos masculinos y femeninos, activos y pasivos, débiles y fuertes. El asunto es que si nos identificamos culturalmente con uno solo de estos aspectos polares proyectaremos el otro en el afuera.

  La confusión que se da habitualmente es creer que mi pareja es la causa de mi conflicto, sin darme cuenta de que es un conflicto interno entre dos aspectos polares que vengo acarreando, sin hacerlo consciente.

  Es la misma energía que uso en pelearme con mi pareja la que necesito para descubrir qué me pasa a mí con el asunto.

  Muchas dificultades que tienen las parejas estan en última instancia ligadas a la no aceptación de la diferencia de miradas entre el hombre y la mujer.

  Uno no puede dejar de preguntarse ¿Cómo se armonizan dos personas que viven en mundos diferentes? ¿Cómo se pueden comunicar un hombre y una mujer si están en diferentes frecuencias?

Respuesta: Sólo si pueden abandonar la idea de que hay un único punto de vista.

  Es nefasto creer que el mío es el único lugar de análisis, aunque es peor aún dejarme convencer de que el tuyo es lugar de la mirada privilegiada.

  Es imprescindible incorporar las dos maneras de estar en el mundo, para integrase como personas y con el otro.

  Respeto mi identidad y mi forma de ser en el mundo y, a partir de allí, doy y reclamo respeto.

  El problema en el contacto es que, si no tengo la flexibilidad de ir de un nivel a otro, cuando estoy instalada en uno de ellos tiendo a repudiar a mi compañero.

  Si me lanzo a la aventura de entender tu cabeza incorporo cosas nuevas pero sobre todo te incorporo a vos.

  El desafío de la pareja pasa por abrirse a una forma diferente de estar en el mundo e integrarla en mí mismo. Abrirse a un pensamiento nuevo, a una manera diferente de encarar la vida. El amor empieza cuando descubro al otro. Ya no es una idea de lo que debería ser, es alguien nuevo que me sorprende con su originalidad.

  Allí comienza el amor, con la sorpresa, con el descubrimiento, abrirse al amor es abrirse a lo nuevo... Amar es abrirse a lo real.

  Hay dos maneras de estar en el mundo: una seria, desde la conciencia focalizada, y otra difusa, abarcativa.

  La primera tiene que ver con la lógica y es la mirada analítica.

  La segunda tiene que ver con percibir el mundo holísticamente, como una totalidad, e incluye las emociones y las vivencias; es la mirada experiencial.

  Cuando dos personas tratan de comunicarse y una está hablando desde la lógica y la otra desde lo que le pasa, el encuentro es imposible. Es como intentar una comunicación desde dos idiomas distintos, un choque de paradigmas. 

  Es fundamental darnos cuenta desde dónde me está hablando el otro. Cómo es la manera del otro de pensarse, de pensarme, de pensar lo que nos pasa.

  Si yo estoy acostumbrado a ver las cosas desde mi conciencia difusa o desde mi intuición, querer encontrarme en armonía con otro que mira la vida desde la coherencia es, en principio, una pretensión de posibilidad casi nula.

  La propuesta es que yo me abra a entender otra manera de ver las cosas, y entonces no sólo podré encontrarme con el otro, sino que incorporaré para mí mismo esa otra manera de estar en el mundo.

  Si una pareja plantea un problema y él lo ve desde la lógica y ella desde lo que siente, es muy difícil que se entiendan si antes no perciben y aceptan como punto de partida estas diferencias.

  Afortunadamente, en la actualidad hay un cambio: las mujeres están ocupándose de desarrollar el lado masculino y los hombres el femenino.

  Si yo acepto y respeto tu mirada y la voy integrando con la mía, eso es crecimiento para mi; si la rechazo tratando de convencerte de lo que pienso, me quedo solo e igual a mi mismo.

  Sin embargo, esto es lo que hacemos: tratar de que el otro haga las cosas como a nosotros nos parece, sin detenernos a pensar que el otro puede darnos una opción mejor, diferente, nueva.

  •  DIFICULTAD DE ESTAR PRESENTES
  Con respecto a las otras actitudes que impiden el encuentro, Castillejo habla de la dificultad para estar presentes. Si nos escondemos detrás de disfraces, no podemos tener contacto con nadie, pues nadie puede conectar verdaderamente con un personaje.

  Otra forma de no estar es el autoengaño; las personas no se dan cuenta de lo que les pasa, pero casi siempre tienen una explicación coherente de su sufrimiento, un libreto que justifica todo lo que les pasa pero que realmente no tiene nada que ver con su verdadero dolor. ¿Cómo podría alguien ayudarme o entenderme, si yo mismo estoy confundido respecto a lo que me lastima o a lo que necesito?

  •  DIFICUTAD PARA LA ESCUCHA
  El tercer tema es la dificultad para escuchar. Esperar con más o menos paciencia a que el otro termine de hablar sólo para poder decir lo que ya estábamos pensando, no necesariamente es dialogar, sino muchas veces la mezcla y superposición de dos monólogos... En estos casos las personas no se conectan para nada con lo que el otro dice, no se escuchan porque cada uno ya decidió que tiene la razón y, por lo tanto, lo único que están dispuestos a hacer es esperar que sea su turno para poder argumentar y demostrarlo.

                                                                                                                 Jorge Bucay





martes, 13 de agosto de 2013

Cómo y para qué cambiar el sistema de creencias?




Exponiendo el sistema de creencias

  La ciencia moderna compara el cerebro humano con un extraordinario centro de comandos que procesa datos e instrucciones recibidas desde diversas localizaciones del organismo.

  En nuestro cerebro se alojan miles de millones de células llamadas neuronas; se dice que en el sistema nervioso hay tantas neuronas como estrellas hay en nuestra galaxia.

  Esas neuronas se unen formando las cadenas neuronales y todas las cadenas neuronales integran la red neuronal.

  La red neuronal es activada por impulsos eléctrico-químicos generados en el cerebro.

  Esta información que fluye de una punta a la otra del sistema nervioso recibe el nombre de info-energía. Viaja de una célula a la otra a una altísima velocidad. La info-energía está constituida, entre otros elementos, por los neurotransmisores.

  Los investigadores dicen que los neurotransmisores actúan como mensajeros eléctrico-químicos que las neuronas “usan” para comunicarse unas con otras. Un simple pensamiento puede disparar enormes cantidades de neurotransmisores.

  Cuando una neurona envía sus neurotransmisores a las otras neuronas con las que está conectada, se genera una experiencia interna en forma de sensaciones y emociones, y la relación entre esas neuronas crea lo que llamamos cadena neuronal.

  Cuando surge un pensamiento, la red neuronal se activa y experimentamos una emoción o sensación interna.

  Pero, si el mismo estímulo es enviado una y otra vez con la misma calidad de info-energía, las neuronas desarrollan una relación muy cercana e íntima que se intensifica con el tiempo. Las dendritas y el axón, que son como brazos que poseen las neuronas, se extienden tratando de conectar más y más neuronas vecinas, de modo que la cadena neuronal se fortalece.

  Todas las adicciones y compulsiones conocidas se ajustan a este patrón neuroenergético y la repetición de estos patrones genera en nosotros una resonancia electromagnética

  Una resonancia es un patrón inconsciente que manifiesta externamente la misma realidad con la que está resonando internamente.

  Cuando diariamente se usan los mismos patrones de pensamiento, esas relaciones internas son reforzadas, y así se reproducen las mismas reacciones emocionales una y otra vez.

  Como consecuencia, atraemos externamente las frecuencias con las que resonamos internamente.

  A través de la repetición de los mismos patrones se construye una auto-imagen, en respuesta a heridas emocionales o físicas sufridas en el pasado. Debemos darnos cuenta de que es simplemente una imagen; no es real, nunca fue real y nunca lo será. Ego, falsa personalidad, falso yo o máscara son otras denominaciones que se usan para definir el mismo concepto. Esta auto-imagen está compuesta por numerosas creencias que nos controlan y que nosotros confundimos con la realidad.

  Todas estas suposiciones inconscientes o decisiones internas nos condicionan a actuar o mostrarnos de una cierta forma que ya no es genuina o auténtica.

  Creamos una autoimagen para adaptarnos a nuestras circunstancias, tratando de ser incluidos y aceptados por la gente con la que tenemos que tratar.

  Cuanto más creemos en una suposición inconsciente, más activamos la autoimagen o personaje falso. Nos volvemos esa creencia. Cuanto más vivimos nuestras vidas desde un lugar falso, menos real y auténtica es la vida que tenemos.

  Cuanto menos reales somos, más contracciones se producirán en nuestro sistema, porque hemos sido diseñados para ser auténticos y reales. Cuantas más contracciones se producen en nosotros, experimentaremos más sufrimiento y menos alegría y paz en nuestras vidas.

                                         

  Por ejemplo, cuando creo en la suposición inconsciente de que no valgo nada y de que nadie me quiere, me siento triste y solo, y tengo miedo. Cuando me siento así, puedo sentirme nervioso e inseguro. Cuando me siento de esta manera, puedo decirles a los demás “Sí”, cuando quiero decir “No”, tratando de caerles bien. Cuando hago eso, puedo sentir rencor hacia los demás o hacia mí mismo por hacer lo que no quiero hacer. Entonces puedo sentir odio y resentimiento, convencido de que tengo que atacar, defenderme y protegerme. Entonces, nadie me quiere, ¡ni siquiera yo! Me juzgo y me critico y siento que no valgo nada, y el círculo sigue y sigue. (La Memoria de las Células- L.Diaz)

  Por todo lo anterior dicho, es primordial conocer el sistema de creencias con el que operamos, ver los condicionamientos que traemos de edades tempranas, maneras de pensar, sentir y actuar que fuimos reforzando durante años, y ser conscientes de ellas, de las que nos hacen daño, y en vez de sumar, restan a nuestra calidad de vida, poder elegir cambiarlas y sustituirlas por otras mas acorde a los valores esenciales.

  Una de las herramientas que te ofrezco para esta andadura, es “El Programa de Educación de las Emociones" (Programa de 40 dias de entrenamiento) de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal de Madrid.

  Se trata de un viaje de atención y consciencia al interior de uno mismo:

** Para darte cuenta de los pensamientos, diálogos internos que se generan en tu mente y que dan forma a lo que en la actualidad experimentas en tus relaciones, en tu carácter, en tu vida.

** Para ser consciente de los procesos emocionales que sueles expresar de manera automática y reactiva, y que puedas elegir responder ante las circunstancias de una manera asertiva y saludable.

  Para poder transformar las huellas profundas que han sido programadas en tu subconsciente a causa de tus experiencias anteriores, es necesario primero identificarlas, hacerlas conscientes, para poder luego elegir desde dónde quieres realmente vivir.

  Hoy en día, no podemos decir que la felicidad está sólo en tener alimento, un techo, cubrir las necesidades básicas. Todo ello es necesario, pero, observamos que nuestra infelicidad se debe más a estados internos de miedos, soledad, celos, culpa, pérdidas, baja autoestima y otros patrones emocionales que, por no ser conscientes de ellos, nos producen malestar.

  Podemos decir que, la felicidad, tiene más que ver con encontrarle un sentido a nuestra vida, con saber que estamos en el lugar que corresponde, que nuestra vida tiene un propósito.

  La finalidad del Proceso de Educación de las Emociones es ampliar la mente y tornarla más positiva, saludable y feliz; descubrir nuevas capacidades de nuestra personalidad, reorientar aspectos emocionales, integrar aspectos materiales y espirituales.

Durante el proceso, cada mañana y cada noche, la persona sigue "un mapa", se toma un espacio para “recrear” su propia vida, en el aspecto físico, emocional, mental y espiritual.

¿POR QUÉ 40 DIAS?

  Se trata de un ciclo que las Leyes de la Naturaleza han determinado para realizar sus procesos de transformación.

  Este ciclo lo observamos por ejemplo en una mujer que recién da a luz un hijo y no conviene volver a quedar embarazada hasta transcurrido 40 días; observamos que desde hace milenios, las enfermedades eran sometidas a cuarentenas; en la Biblia, se habla del retiro de Jesús en el desierto durante 40 días; el mismo ciclo se repite cuando Moisés se retira al monte de Sinaí durante 40 días antes de recibir la inspiración de las Tablas de la Ley; el Ramadán mahometano y hasta la misma Cuaresma Cristiana duran 40 días.

¿QUÉ MÁS OFRECE ESTE CURSO?

  Proporciona la motivación y el método para que el proceso de tu vida se haga consciente, al igual que los logros en las distintas áreas de tu vida.

El que siembra un pensamiento

cosecha una acción

El que siembra una acción

cosecha un un hábito

El que siembra un hábito

cosecha un carácter

El que siembra un carácter

cosecha un destino.

                                                

  El desarrollo sostenido de determinados pensamientos, permite la materialización de nuestra vocación en el mundo, y, como consecuencia, logros económicos, afectivos y espirituales.

¿A QUIÉN VA DIRIGIDO ESTE PROGRAMA?

  A toda persona que sienta que llegó el momento de experimentar un cambio interno, que va a tener repercusión en el mundo exterior. A quien sienta que necesita transformarse y que para ello precisa empuje y motivación para dar un salto y posibilitar la creación de sí mismo y su destino.

¿QUÉ LOGRAMOS CON ESTE PROGRAMA?

  Este método, es una poderosa herramienta para desencadenar reorientaciones de expansión y positivismo en tu pensamiento creador.

** Favorecerá un sutil estado de atención sostenida acerca de tus procesos internos más íntimos.

** Desarrollará un progresivo "darse cuenta" de cómo funciona tu mente y cómo repercute ese funcionamiento en toda tu vida.

** Podrás transformar tus programas mentales subconscientes a causa de tus experiencias anteriores, identificándolos, y eligiendo desde dónde quieres vivir.

** Aumentará el grado de consciencia hacia los procesos emocionales que sueles expresar de manera automática (automatismos), y que te dispones a convertir en voluntarios y elegidos.

  La mejor inversión que un ser humano puede hacer en la vida, es aquella que un naufragio no le pueda arrebatar:
                                                                               El sí mismo.

  Este programa, sintetiza las fórmulas más eficaces y humanistas de cambio y crecimiento personal en el que se pone en marcha una expansión continua, ilimitada e irreversible.

  El proceso trabaja en la integración de los aspectos materiales y espirituales, por lo que hay recursos para activar la construcción de un "ego sano", y también principios y valores de conexión con el ser profundo, y la consiguiente expansión de consciencia.

  No se trata de negar al ego, sino de observarlo, entrenarlo e iluminarlo para fluir armónicamente en la vida.

  Este curso, puedes hacerlo on-line, el material se te envía a domicilio, con todas las explicaciones oportunas.

  Es un curso tutorizado, una exelente herramienta de crecimiento personal; las tutorías son una vez por semana y se pueden llevar a cabo por vía teléfónica o por Chat, si vives en el extranjero o lejos del Centro Elim, o bien se pueden hacer presenciales.

PARA MÁS INFORMACIÓN al 65-39-36-074 –Juani

Juana María Martínez Camacho-Terapeuta Transpersonal
Escuela Española de Desarrollo Transpersonal
Centro Elim. – Roquetas de Mar - Almería

www.centroelim.org

  En el enlace de abajo, puedes escuchar sobre el Programa de Educación de las Emociones:


jueves, 8 de agosto de 2013

Pérdidas- el Cambio

   


 La muerte es un suceso definitivo, pero antes de ocurrir deja muchas otras pérdidas de menor cuantía. Si nos tomáramos un momento para pensar en ello, veríamos el patrón de pérdida y ganancia que atraviesa toda nuestra vida.
  Cuando ocurren, las pérdidas parecen dolorosas, y el ego reacciona inevitablemente ante ellas deseando aferrarse. Sin embargo, el paso de la infancia a la adolescencia es una pérdida desde un punto de vista pero una ganancia desde otro; contraer matrimonio representa la pérdida de la soltería y la ganancia de un compañero. La pérdida y la ganancia son dos caras de la misma cosa. Lo único que produce ganancia absoluta en la vida es la ganancia de la consciencia, que es de lo que se trata esta búsqueda.

 ¿Alguna vez se te has preguntado que no puedes perder nada, porque nunca tuviste nada en realidad?",  "Lo único que has tenido realmente es a ti mismo”. Ese yo puede pasar un tiempo en una casa o en un empleo, en presencia de ciertas cosas o con cierta cantidad de dinero, pero con el tiempo todo eso cambia. Entonces lo único que queda es un recuerdo, una imagen, un concepto. Ninguno de ellos es real; son invenciones de la mente. Los pensamientos son como los invitados: llegan y se van mientras tú permaneces. Piensa en los objetos y en las posesiones de igual manera. Todos van y vienen y sólo tú permaneces.

  La vida está llena de adversidades, grandes o pequeñas. El ego se ha echado sobre los hombros la carga de proteger la vida. Nos defiende de la pérdida y el desastre y mantiene a raya el concepto de la muerte durante el mayor tiempo posible. Pero podemos verlo de otra manera: todo lo que existe en la creación está hecho de energía. Una vez creada, cualquier forma de energía debe mantenerse durante cierto tiempo. Después de un período de estabilidad, la fuerza vital desea traer algo nuevo a escena. A fin de hacerlo, es necesario disolver esos patrones viejos y desgastados.
  Esta disolución ocurre en nombre de la vida, porque sólo la vida nos rodea. Sin embargo, el ego se aferra a ciertas formas de energía que no desea que se disuelvan jamás. Una suma de dinero, una casa, una relación, un gobierno, etc., a su manera, todas ellas son formas de energía a las cuales tratamos de proteger contra el paso del tiempo. La gente lucha hasta la muerte, como dice el adagio, lo cual significa que está dispuesta a defender algo hasta cuando no quede otra alternativa que la disolución.

  La verdad es que esas luchas son innecesarias. No se puede luchar para que una rosa florezca. No se puede luchar para que un embrión se convierta en bebé, sencillamente lo hace, siguiendo su propio ritmo. Aunque el ego acepta fácilmente estos hechos acerca de la rosa y el bebé, no logra hacerlo con respecto al dinero, las casas, las relaciones y otras cosas a las cuales se apega. Pero  las mismas leyes universales lo gobiernan todo en la vida. Después de todo, nuestro ego no tuvo que librar una batalla para traernos a este mundo.

  La lucha del ego es una forma de oposición a la vida, porque pretende imponer una vida artificial. La naturaleza retira las cosas por una buena razón y a su debido tiempo, si deseas tener flores fuera de temporada, puedes bordar unas que duren para siempre, sin embargo, ¿quién podría decir que esas flores en realidad están vivas?

  Asimismo, cada vez que sentimos la necesidad de controlar y luchar, de retener a las personas, al dinero o a las cosas cuando se van, estamos contrariando la fuerza universal que mantiene todo en equilibrio. Deberás aprender a confiar para poder renunciar al control. Tu condicionamiento te lleva a desconfiar, porque  deseas desesperadamente creer que es inmune a los ciclos de la naturaleza. Aunque el cuerpo nace, envejece y muere,  el ser humano sueña con dejar edificaciones y estatuas inmortales, una reputación y cofres atestados de riquezas. Haz lo que desees, pero si quieres escapar del dolor y de la muerte, primero debes escapar del engaño que te hace creer que estás por encima de la naturaleza.

         Cuando logramos comenzar a ver las semillas de la oportunidad en los escombros del desastre, la confianza empieza a crecer. La confianza viene por etapas.

  Primero debemos ver que las nociones del ego acerca de la pérdida son falsas. El dolor no es la verdad, es aquello por lo cual  pasamos para encontrar la verdad.

 En segundo lugar, debemos buscar la otra cara del desastre o la pérdida, la semilla minúscula de lo nuevo que desea nacer.

  En tercer lugar, debemos reemplazar los lamentos y las culpas por el conocimiento sosegado y seguro de que estamos protegidos en el plan de la naturaleza.

   Lo que sea que hayamos perdido es temporal e irreal debía marcharse, no porque la naturaleza sea cruel e indiferente, sino porque cada paso que damos hacia lo real es precioso.

  Bajo esta nueva luz comenzaremos a ver que la pérdida y la ganancia son solamente una máscara. Debajo se encuentra la luz constante de lo eterno, la cual brilla a través de todo, tejiendo la unidad a partir del caos.
                                                                                                                                D. Chopra

miércoles, 17 de julio de 2013

Soltar y Atención Plena




 El soltar significa dejar de aferrarnos, de apegarnos a algo, sea lo que sea; puede tratarse de alguna idea, creencia, de algún acontecimiento, se puede tratar de un objeto, de algún momento placentero o displacentero, de algún proyecto esperando un resultado determinado, de deseos concretos, etc.

  Soltar nos habla de una decisión consciente de “dejar ir”, aceptando totalmente la situación y fluyendo con la corriente del momento presente, momento a momento, conforme se va desplegando la vida.

  Soltar nos habla de dejar de hacer esfuerzo por que las cosas sean de una determinada manera, nos habla de no resistirnos o no luchar contra lo que se presenta , creyendo que las cosas/personas debieran de ser de una determinada manera y no de otra, sin permitir que sean como son, con lo cual quedamos atrapados en la atracción o el rechazo que sentimos hacia ellas, enganchados al deseo, a lo que nos gusta o a lo que no nos gusta.

  Podemos compararlo a  cuando la mano sujeta, aprieta algo con fuerza, aferrándose a ello y no permitimos abrir la palma para soltarlo.
  Pero ese aferrarnos, agarrarnos, no sólo es con respecto a nuestros deseos volcados a situaciones externas, o agarrar algo con la mano, sino que nos aferramos con la mente, somos nosotros mismos quienes caemos en la trampa, nos atrapamos, nos quedamos atascados, aferrándonos desesperadamente a deseos personales, a ideas y puntos de vista muy limitados, a creencias muy arraigadas, que no nos las cuestionamos y por las cuales sufrimos.

  Soltar es darnos cuenta del inconsciente apego con el que vivimos, y para ello debemos permitirnos sentir los miedos que se ocultan detrás de esos apegos, permitir que se manifiesten, sentirlos, verlos y que se disuelvan mediante la atención plena.
  Para poder soltar, debemos observar con conciencia, aceptando lo que vemos que nos mantiene atados, permitirnos reconocer las lentes que nos colocamos de manera inconsciente entre el observador y lo observado, y que filtran, tiñen, deforman y determinan nuestra visión.

 En esos momentos tan difíciles en que nos quedamos enganchados , podemos abrirnos, especialmente si somos capaces de estar atentos, captarlos con conciencia y reconocer cuándo nos quedamos atrapados en perseguir y aferrarnos, o en condenar y rechazar al buscar nuestro propio beneficio.

  La calma, la visión profunda y la sabiduría surgen si podemos reconocer que somos completos en este momento, en el ahora, sin tener que buscar, agarrar, ni rechazar nada.

   Soltar cuando una parte de uno quiere aferrarse, resulta más satisfactorio que agarrar. Pero para ello debo estar muy atento, muy conciente.

                                                                     Inspirado en J. Kabat Zinn 

domingo, 14 de julio de 2013

Aceptación



Hay un secreto para vivir feliz con la persona amada: no pretender modificarla. 
                                            Simone de Beauvoir. 


  “Si me quieres ya sabes como debes comportarte.. Si me quisieras no me habrías hecho... Me has hecho tanto daño... Me haces tan feliz cuando haces así las cosas... Espero tanto de ti”. ¿Acaso alguien pretende responsabilizar a otro de sus propios sentimientos? 
  Nadie es responsable de los sentimientos de otra persona. Cada uno es, tan sólo, responsable de los suyos propios. Y en caso de que alguien experimente frustración o desengaño en la relación con otro, es porque le ha entregado un poder tal, que dicha relación más se parece a dependencia e inmadurez emocional que a un espacio de calidad y sana convivencia. 

  Si para lograr ser felices, necesitamos vivir con alguien al que encadenamos a una determinada conducta, estaremos transfiriendo el control de nuestra propia paz a manos ajenas. 
   Cada cual tiene el derecho y el deber de gestionarse su propia felicidad. Algo que nada tiene que ver con el aislamiento ni con ningún tipo de barrera. 
  Para lograr dicho objetivo, conviene basarse en el propio trabajo interno y no en la evaluación de maneras de ser ajenas. Y si alguien cree que va a ser feliz en el momento en el que la otra persona haga o deje de hacer determinadas cosas, lo único que desgraciadamente hará, será manipular de forma soterrada y ansiosa.

   Conviene evitar pedir a nuestro amigo o amante un rasgo de amor que, en ese momento, no brote gratuito desde su alma. En los asuntos del corazón no es recomendable pedir migajas y menos todavía cuando pretendemos que dicha manifestación sea perpetua.
   No pida usted un beso, ni pida que le quieran. En todo caso, dé usted ese beso y ofrezca cálidamente un gran abrazo con alma. No pida que le admiren o manipule para que le prefieran. No pida el corazón porque dicha entrega es una acción pura y espontánea. Un acto que, si de pronto, se ve forzado por nuestras propias exigencias, no será más que “pan para hoy y hambre para mañana”.
   Conviene reorientar nuestra necesidad de tapar las carencias, comenzando por ofrecer todo aquello que uno para sí mismo desea.

   Cuando una persona, en sus primeros años de vida, ha sido “querida” y protegida bajo un patrón de manipulación y dependencia, lo más probable es que proyecte la misma película que anteriormente viviera. 
   La manipulación funciona, a menudo, de forma inconsciente y resulta difícil darse cuenta de toda su gama de soterradas gentilezas. Son momentos en los que el manipulador despliega un abanico de resortes sutiles, pretendiendo adecuar el mundo a sus propias necesidades y carencias. Superar este enganche y relacionarse desde la libertad y la independencia, precisa observar las raíces de la propia manipulación y las formas subterráneas de pretender las cosas.
   Obsérvese qué es lo que hay tras las propias palabras y qué pretende uno realmente cuando habla. Pregúntese por qué se ha convertido la relación de amor en un estado de control y de riesgos ante la posible “pérdida”.

   Amar con amplitud es reconocer y respetar lo que pasa en lo más profundo de la mente propia y ajena. Atención a las “expectativas” acerca del ser amado. Conviene fluir en el presente y respetar la compleja realidad de las otras personas. Evitemos rodearlas de moldes ideales por los que, más pronto o más tarde, sentiremos que algo “nos defrauda”. 
  Soltar y abrazar, dos fuerzas que, aunque parecen contrarias, conviene aprender a hacerlas compatibles e integradas. Si queremos amar con amplitud, convendrá graduarse en aceptación y flexibilidad, abrazando en el mismo kit lo que hay más allá de las memorias idealizadas. 
  Recuerde que con el llamado “amor” no basta. Conviene aprender a formular serenamente nuestros deseos y objeciones, creando pactos y abriendo mutua consciencia.

                                                                                                      José María Doria

sábado, 1 de junio de 2013

Intégrate


Todos tenemos un yo-sombra que es parte
de nuestra realidad total.
El yo-sombra no está aquí para lastimarnos
sino para señalar nuestros vados.
Cuando acogemos a la sombra, ésta sana.
Cuando sana, se convierte en amor
Cuando aprendamos a vivir con todas nuestras
cualidades opuestas, viviremos nuestro yo total.

La realidad que experimentamos es el reflejo
de nuestras expectativas.
Si proyectamos las mismas imágenes todos los días,
nuestra realidad será idéntica día tras día.
Cuando la atención es perfecta, crea orden y claridad a
partir del caos y la confusión.

sólo lo irreal puede perderse.
Aun que perdamos todo, lo real seguirá existiendo.
En medio de los escombros de la devastación
y el desastre, hay tesoros ocultos.
Cuando busques entre las cenizas, mira bien.

Acaricia tus dudas.
Son las semillas del Misterio.

Abraza tu tristeza.
Gran alegría se encuentra dentro. 

Enfrenta tus miedos.
En su corazón se encuentra la paz más allá de las palabras.

Celebra tu aburrimiento.
Está radicalmente vivo.

Mantente con tu pesar.
Permite que rompa tu corazón de par en par. 

Hazte amigo de tu ira.
Conócela íntimamente como ese poder de vida que quema las estrellas. 

Reconoce tu dolor.
Es la súplica que tu cuerpo hace para recibir tu atención.

Todos los sentimientos son profundamente inteligentes. 
Salte de su camino.
Permíteles que hagan su obra sagrada universal.

Jeff Foster
 Traducido por Tarsila Murguía

lunes, 6 de mayo de 2013

El niño interno en la relación de pareja





  Los problemas de pareja son problemas personales que se expresan en la relación, y es en el vínculo amoroso donde emergen,  dado que estando con otro salen a la luz aspectos de uno que estaban en la sombra. La neurosis de uno se engancha con la del otro.

La idea principal  es plantearse:
  Si te molesta esta situación, ¿qué cuestión personal se refleja en el conflicto? Ya que “una piedra nunca te irrita a menos que esté en tu camino".

Lo que sucede es que:
“Proyecto en el otro las partes de mi que más rechazo.
"Cuando me doy cuenta de cómo me molesta esto en el otro, investigo cómo me molesta en mí mismo".
"Si pienso que yo no tengo nada de eso que me molesta del otro, el trabajo es darme cuenta de qué pongo yo de lo que tengo; porque si no pusiera de lo mío no me molestaría".
 Jung lo denomina “sombra”. Proyecto mi sombra en mi compañero y al verla en él, la descubro. 
  Entonces, tengo dos posibilidades: Intentar destruir la temida amenaza destruyéndolo a él o aceptar la oportunidad de integrarme con mi sombra y terminar para siempre con su amenaza.
  Sin duda, esto último, cambia totalmente la visión y  comprensión de los problemas de pareja, puesto que dejo de culpar al otro por lo que hace y comienzo  a ver qué estoy poniendo yo en este particular conflicto.

   En vez de utilizar mi energía para cambiar al otro, la utilizo para observarme. Y a partir de allí hablar de mí, de lo que yo necesito, de lo que a mí me pasa con las actitudes que él tiene.
  Esto es mucho más fácil de escuchar para la otra persona.
  La llave es estar siempre conectada con lo que me está pasando y no hablar del otro. En todo caso, si no me agrada lo que sucede ¿qué otra cosa podría hacer yo para generar algo que me guste más?
  Puedo quedarme llorando y quejándome, puedo buscar otro marido, o puedo ver cómo estar lo mejor posible con el que quiero y estoy.
  Puedo usar el conflicto para encontrarle una salida creativa, para ver qué puedo desarrollar de mí misma, con qué puntos ciegos me estoy enganchando.
 No se trata de esperar que no haya conflictos, sino de verlos como una oportunidad para desarrollarme.

  Y si bien es cierto que una de las dificultades es lo proyectado, la otra es la dificultad para darnos cuenta de que es lo que verdaderamente necesitamos.
  Generalmente, cuando no obtenemos lo que creemos necesitar, nos resulta más fácil reaccionar, antes que procurarnos aquello que nos falta, aunque muchas veces estemos pidiendo cosas equivocadas.
  Por ejemplo, puedo hacer un escándalo porque llegaste tarde. Así, la discusión se centra en esa pelea aparente. Pero no se trata de eso, sino de ver qué es lo que te estoy pidiendo a través de la puntualidad. Si me enojo porque llegás tarde, quizás lo que necesite no se resuelva con que llegues temprano.

  Habría que ver qué es lo que me afecta tanto, qué interpretación hago de tu llegada tarde, qué es lo que necesito de vos, qué te estoy pidiendo a través del reclamo de puntualidad... ¿Que me demuestres que te importo?, ¿que me valores?, ¿que me consideres? ¿De qué estoy hablando cuando reacciono? Hace falta una observación profunda y sin juicio para ver que carencias inconscientes hacen que reaccione de esa manera tan “arcaica” que en realidad proviene de los primeros años de vida, de  las conductas aprendidas para defendernos de las heridas que padecimos en la infancia.

  John Bradshaw llama a este recuerdo de la herida primigenia "el niño herido". Es este niño herido que llevamos dentro el que nos hace actuar así. Los dolores que no pudimos expresar en nuestra infancia los cargamos como una mochila, y se expresan con nuestras reacciones antes de que nos demos cuenta. Estas reacciones son las que nos causan más problemas en las relaciones íntimas, y claro, a la otra persona, le parecen irracionales, y exageradas.


  Cuando estamos en una relación, los enojos y dolores no resueltos en el pasado los actuamos en el presente con el otro a través de nuestras reacciones. Por lo general, estos viejos dolores no aparecen hasta que nos ponemos en pareja,  y suponemos que es nuestro compañero el que los causa. Habitualmente no ocurre al principio, sino en la medida que nos vamos sintiendo verdaderamente unidos con el otro.
  En muchos casos de separación el problema no se encuentra en la relación de uno con el otro, sino en asuntos no resueltos de uno de ellos (o de los dos) con su propio pasado.

  Hasta que no me ocupe de este niño herido él seguirá reaccionando y empeorando mis relaciones íntimas.
  Y el único que puede escucharlo soy yo mismo, cuando me ocupo de su tristeza, de su enojo.   Entonces el niño no va a reaccionar, porque está contenido.
  Algunas de estas heridas no las podemos descubrir en soledad, necesitamos de alguien que nos ayude a encontrar y nos permita sentir lo que sentimos sin descalificamos. El niño herido necesita validación de su dolor, sólo después, puede expresarlo y atravesarlo.

  El dolor es un proceso que ocurre a través del shock, la tristeza, la soledad, la herida, el enojo, la rabia, el remordimiento.
  Para llegar al punto del dolor es fundamental salirse de culpar al otro y observar qué me pasa a mí con mis reacciones.
  Cuando establecemos una pareja hacemos un pacto inconsciente en el cual, por ejemplo, yo espero que vos seas el padre que no me va a abandonar y vos esperás que yo sea la madre que te va a aceptar incondicionalmente como sos. Y cuando esto no ocurre, porque es imposible que el otro cure mis heridas, empiezo a culparte.

  Hay personas que pueden ser brillantes en el nivel adulto, pero cuando vuelven a la intimidad de sus relaciones más comprometidas no son más que niños infinitamente necesitados que reaccionan frente a la falta de cariño, de atención o de reconocimiento.

  Muchas veces los adultos no se ponen de acuerdo porque en realidad cada uno está expresando a su niño herido, como en su infancia reclamándole a su mamá o a su papá diferentes cosas, y el otro no puede dar porque también está pidiendo lo suyo.

  Como dice Welwood, “podemos aprender a aprovechar cada dificultad que encontramos en el camino para ahondar más, para conectarnos con más profundidad; no sólo con nuestra pareja, sino también con nuestra propia condición de estar vivos."

  Nunca como ahora las relaciones íntimas nos habían llamado a enfrentarnos a nosotros mismos y a los demás con tanta sinceridad y conciencia. Hoy mantener una conexión viva con una pareja íntima nos pone frente al desafío de liberarnos de viejos hábitos y puntos débiles, y desarrollar todo nuestro poder; sensibilidad y profundidad como seres humanos.

  En el pasado, quien deseaba explorar los misterios mas profundos de la vida se recluía en un monasterio o llevaba una vida ermitaña; en la actualidad, las relaciones íntimas se han convertido, para muchos de nosotros, en la nueva tierra indómita que nos coloca cara a cara con todos nuestros dioses y demonios.
  Como ya no podemos contar con las relaciones personales como fuentes predecibles de comodidad y seguridad, ellas nos sitúan ante una nueva encrucijada, en la que debemos hacer una elección crucial.

  Podemos luchar para aferrarnos a fantasías y fórmulas viejas y obsoletas, aunque no se correspondan con la realidad ni nos conduzcan a ningún lugar; o por el contrario, podemos aprender a tomar las dificultades en nuestras relaciones como oportunidades para despertar y sacar a la luz nuestras mejores cualidades humanas: el darse cuenta, la compasión, el humor; la sabiduría y la valerosa dedicación a la verdad.
  Si elegimos esto último, la relación se convierte en un camino capaz de profundizar nuestra conexión con nosotros mismos y con las personas que amamos, y de expandir nuestro sentido de lo que SOMOS ……

  Los que emprendemos este viaje tenemos que aprender algo nuevo: cómo permitir que el compromiso evolucione de modo natural, con muchos vaivenes, avances y retrocesos.
Por tanto, la incertidumbre con respecto a nuestra capacidad de enfrentar todos los desafíos que se presenten no es un problema, es parte del camino mismo.


SENTIR EL DOLOR PARA DESCUBRIR MIS NECESIDADES

Cuando queremos algo y no lo tenemos, es necesario sentir el dolor, este me permite encontrar mis verdaderas necesidades, y así podré   satisfacerlas. Porque si nos resistimos a sentirnos vulnerables, cada vez nos endurecemos más y nos alejamos de la posibilidad de dejarnos sentir lo que necesitamos, y cerramos también nuestra capacidad de recibir.
Esta estrategia de no sentir nos puede haber  servido durante la infancia. Quizás haya sido más que inteligente no sentir una necesidad que en realidad no podíamos satisfacer, pero de grandes podemos darnos nosotros mismos lo que necesitamos, o buscar las personas adecuadas a quienes pedírselo. Ya no dependemos de nuestros padres. Somos vulnerables pero no frágiles.
  No hay intimidad con estrategias, con ellas no vamos a sentir; cumpliremos con nuestras metas, o sentiremos el placer de dominar al otro, o de conquistarlo, o lograremos que otro nos mire; pero eso no tiene nada que ver con el verdadero encuentro, con la intimidad, con el amor.
  La idea es darnos en nuestra relación el espacio para el dolor y la confusión que aparecen cuando desarmamos nuestra estrategia antifrustración. Este es el camino del encuentro con otro ser humano.

  A partir de las frustraciones inherentes a la educación solemos creer que no somos valiosos o queribles tal como somos, y entonces nos vemos empujados a crear una identidad a la medida de aquellos por los que nos sentimos rechazados, nuestros padres.
  Esta identidad no alcanza para el aplauso, así que creamos una segunda identidad compensatoria, que dará lugar a una tercera, y a una cuarta, y a todas las necesarias hasta llegar a la que reciba la aprobación de los educadores, pensando que así vamos a lograr que nos quieran.
  Invento una identidad querible sobre la base de creer que mi ser, tal como es en realidad, no es querible.
  Entonces, cuando estamos en una relación íntima, el deseo que tenemos es que nuestro compañero confirme nuestra identidad compensatoria y, por otro lado, tenemos miedo de que nuestra identidad deficiente sea vista, que el otro se dé cuenta de que no somos como nos mostramos y por lo tanto, quizás, que no somos merecedores de su amor.

  La clave consiste en animarnos a sacarnos de encima nuestra supuesta identidad, instalarnos en el mundo sin tener la exigencia de responder a ella, descubriéndonos todo el tiempo y observando qué nos sale.
  La identidad es algo que nos inventamos y nos hace sufrir, porque nos exige responder de acuerdo con ella.
  Buscamos la intensidad del encuentro pero cuando llega nos asustamos, nos desestabilizamos. Y sin embargo es muy difícil no ansiarlo, porque intuimos que no hay nada más saludable que un encuentro auténtico, sin máscaras, sin engaños, actualizado y sin expectativas. Pero también intuimos que el riesgo de sufrir tiene un precio muy alto.
  Nos da tanto miedo entregarnos, fundirnos en el otro, que sólo podemos hacerlo parcialmente. El intento de protección contra los dos grandes monstruos: el rechazo y el abandono.
  Es muy duro desear a alguien y que no esté. Tal vez el trabajo consista en perderle el miedo a la entrega. Es  increíble el miedo a la entrega, cómo reaccionamos para no encontrarnos.     Cómo armamos líos y creamos distancia. Cómo nos confundimos y confundimos a los demás.   Generalmente hablamos de mecanismos inconscientes.

  Para evitar sentir el  dolor del desencuentro,  frenamos a veces la espontaneidad, buscamos vidas seguras encerradas en nuestra vieja personalidad calentita y estructurada.
  Y no es que esté mal, tampoco podemos vivir en carne viva. Pero este encierro se vuelve tarde o temprano, aburrido y angustiante.
  Es un “misterio”, hay personas que me llevan a abrirme y otras que me llevan a  cerrarme. ¿Qué pasa allí?
  Uno es quien decide abrirse o no con determinada persona en tal o cual momento.
  Siempre está rondando el miedo a la entrega, a sufrir, a desestabilizamos, a perder todo lo que fuimos logrando con la construcción de nuestra identidad.
  Es  interesante el tema de la química con el otro, tal vez porque ahí está el misterio.
  A veces, podemos mirar a una persona  y rechazarla, y sin embargo, en un instante o dos, al cambiar de mirada, sorprendernos amándola.


 Esta es la paradoja del vínculo amoroso:                                   
  Todo el tiempo somos otro, y la otra persona,  también es “otro”.
  La propuesta es aceptar esto y ver qué día se da el encuentro y qué día no se da, aceptar estas idas y vueltas de la relación como algo que es así, sin esperar otra cosa. No exigirnos sentir siempre lo mismo. Admitir con gusto el movimiento de las emociones y, por supuesto, aceptar que el otro también tenga esta conducta.
  Siempre que una relación es real se está creando y recreando de momento a momento.
  Esta dinámica de lo real también opera sobre la personalidad.
  Me refiero al ‘ser” en pareja y al “ser’ de cada uno. La personalidad es un vehículo para “descubrir” al Ser, nuestra Esencia.
  Es importante tomar conciencia de que somos el Ser y no solo la posición con la que nos identificamos.

  La mente tiene esta capacidad de definirnos de cierta manera, como si al ser de tal o cual forma no pudiéramos ser de ninguna otra.
   Este es el mecanismo que nos impide ser completos.
  Damos por sentado que somos el yo que nuestra mente ha construido, y no advertimos que ese yo es algo que se formó en el pasado, que tiene sus raíces allí y que su lealtad está dirigida a cosas que ocurrieron entonces, hechos y recuerdos más o menos distorsionados que estamos sosteniendo y tratando de mantener o de ocultar.
  En consecuencia, no podemos estar totalmente presentes, porque estamos atados a las cosas del pasado que nos determinaron a crear nuestra identidad. El yo estructurado es una resistencia a la Presencia incondicional.

  El trabajo consiste en cambiar nuestra lealtad al yo construido, el yo habitual, hacia nuestra verdadera naturaleza, que está por afuera de las barreras de nuestro yo construido.
  Salirnos de nuestra personalidad, para dejar que pierda fuerza, para agradecerle que nos haya ayudado a sobrevivir hasta ahora, pero aceptar que ya no nos sirve.
  Nos da miedo y es muy difícil meternos en los lugares oscuros de nuestro ser y abandonar nuestra vieja y conocida identidad.

  El hecho de dar y recibir amor se convierte en una tarea muy ardua si no estoy decidido a dejar mi vieja estructura.
   De distintas maneras, todos buscamos querer y ser queridos, aceptados, considerados, etc.
  No se trata de librarnos de nuestro yo construido, ni de romperlo, ni siquiera es cuestión de criticarlo o condenarlo de ninguna manera. Hacer esto sería un error. Porque es un paso en el camino, tuvo y sigue teniendo una función. Más bien se trata de trascender la personalidad.

  Las diferencias entre la estructura y la Esencia a veces no son tan rígidas, pero siempre son importantes:

La estructura (personalidad) está basada en el pasado, la Esencia es siempre presente.
La estructura es reactiva, en cambio la Esencia es abierta y no reactiva.
La estructura está relacionada con tratar de hacer, con el esfuerzo; por el contrario, la Esencia es sin esfuerzo, es no hacer.
La estructura está siempre mirando algo, queriendo algo, necesitando algo…. La Esencia está llena, no necesita nada.
La estructura está mimando afuera, la Esencia se asienta en sí misma.

  Welwood nos anima a salirnos de la idea de un yo estructurado. El propone directamente que nos conectemos con el vacío en vez de esforzarnos en llenarlo con una falsa identidad.
  Pero esa sensación de vacío es vivida como la gran amenaza a nuestra estructura. De hecho, todo el proyecto de identidad es una defensa para no sentirla.
  La mente no puede agarrar el vacío, la mente crea las historias sobre el vacío, como si fuera un agujero negro. El yo construye una barrera y todo lo que está afuera aparece como potencialmente peligroso.
  El YO estructurado transforma esa conducta evitativa en una necesidad vital, consiguiendo que la vida acabe girando permanentemente alrededor del peligro que implica el vacío.
  Estamos mucho más vivos cuando nos animamos a darnos cuenta de que no estamos necesariamente obligados a saber todo el tiempo quiénes creemos que somos, y que no tenemos por qué asegurar exactamente y al detalle qué se puede esperar de nosotros.
Darnos cuenta de que sí podemos lanzarnos a la experiencia de lo que deviene sin encadenarnos a un yo que nos limite a unas pocas respuestas conocidas.

          Fuente:  “Amarse con los ojos abiertos” J. Bucay y S. Salinas